¿Por qué carajos no saben decir no?
Como
en mi tercer mes en Chile, llegué a una pequeña agencia de noticias, me
presenté ante el editor y le eché mi carreta: “Hola soy Francy Uribe, periodista de Colombia, acabo de llegar a Chile,
busco una oportunidad laboral, aquí está mi Currículum, bla…bla…bla…..” El
tipo me escuchó con atención, hizo algunas preguntas y me dijo que no me
olvidaría.
Y
así fue, a la hora recibí un mensaje de texto en el que me proponía una
entrevista para el siguiente sábado. En ese momento afloraron todas esas
pendejadas de satisfacción que uno se repite mentalmente: ese trabajo será mío,
lo logré, si se puede….
El
día de la prueba llegué con anticipación y el hombre de una vez me sentó frente a un computador para indicarme la lección con la que me evaluaría: el cubrimiento de
una rueda de prensa en la que el presidente del Colegio de Profesores, Jaime Gajardo, junto
a dirigentes nacionales, entregaba el balance y las resoluciones de la Asamblea
Nacional Extraordinaria del Magisterio, en la que se habían revisado temas del
gremio y nacionales como el nombramiento de la nueva ministra de Educación Carolina
Schmidt. Rápidamente
busqué algunos datos, digerí lo que más se pudo y salí disparada para el lugar.
Muy confiada en que ya me conocía muy bien la ciudad, decidí caminar porque el lugar no estaba muy lejos, cuando se iba acercando la hora del evento me tocó correr, luego frenar en seco y aun con la agitación que me cortaba las palabras, preguntar porque ya andaba medio embolatada con la dirección. Finalmente aterricé en una sala vacía en la que conmigo se sumaban tres periodistas para una mesa principal conformada por cinco maestros con cara de desconcierto porque con seguridad, esperaban un auditorio lleno.
Mientras
pensaba un tanto desconcertada en la poca importancia que le dan los medios de comunicación chilenos a este tipo de
eventos, por no decir que los menosprecian, a esos escenarios en los que los
maestros, los formadores del presente y futuro definen estrategias educativas para
todo un país, trataba de concentrarme en las palabras de un chileno que hablaba
de antecedentes que desconocía. Tratando de “pescar todo”, como dicen aquí, tomé
apuntes y realicé una pregunta al final de su intervención para no quedar como
la reportera boba que va a hacer acto de presencia y luego se copia de las
preguntas y respuestas que otros hicieron.
La
súper periodista estaba lista para volver a la sala de redacción y hacer la
nota con la que empezaría su vida laboral en Chile. Cuidé cada una de las
palabras que coloqué en ese texto, traté de aclarar las imprecisiones producto
de un contexto que aun me faltaba conocer, en fin. Le entregué al editor la
nota realizada y me dijo que se comunicaría conmigo para fijar horarios de
trabajo.
Pasaron
los días, le escribí un email, un mensaje de texto y jamás obtuve una respuesta
del hombre. Esta es la hora en la que me pregunto ¿qué pasó? ¿Por qué no me
escribió siquiera para decirme: no Francy, no es lo que buscamos, no nos sirve,
no nos gusta su estilo de redacción.
¿Será
que no estamos listos para escuchar un no como respuesta y por eso la gente
teme decir no? Claro, aun tenía mi visa de turista, ¿será que el hombre no se quería
meter en camisa de once varas? Al parecer, eso nunca lo sabré.
Las promesas de una compatriota: ¿me
pintaron pajaritos en el aire?
Como
sucede muchas veces, la amiga de una amiga de la amiga, me conectó con una
colombiana que llevaba más de seis años en Chile. Ella al parecer necesitaba
urgente un periodista, así que le envié mi currículum. La mujer respondió
rápidamente que mis antecedentes laborales y yo en general “Estaba que ni mandada a hacer para dos pegas que tengo para ofrecerte”, (En Chile le llaman pega al trabajo).
Así
que de una le escribí: “listo si es ya,
es ya”, y esa misma tarde de lunes estuve en su oficina, lugar al que
llegué después de dos horas y media de cruzar la ciudad de Santiago y bajo un
fuerte aguacero (evento que no es muy común en la Zona Metropolitana de Chile).
Luego de saltar los ríos de las calles, terminé en su oficina con el agua
escurriendo y tiritando del frío, pero con toda la energía para escuchar sus
propuestas.
La
mujer me explicó los trabajos. El primero era el suyo, lo dejaba porque se iba
para realizar su proyecto personal. De lo que entendí ella era una trabajadora
social que hacía las comunicaciones internas de la empresa y otras actividades,
pero rápidamente me dijo que ese lugar y
esas labores no eran para mí, que si me quedaba ahí no iba a surgir, que por mi
energía y antecedentes, a ella le gustaría tenerme en su equipo.
Así
que me pintó su proyecto. Una organización cultural que traería a Chile la
primera muñeca Camila (algo similar a la que existe en Bogotá en la que se
enseñan todas las partes del cuerpo) y un cine domo. Productos que se venderían
muy bien en los colegios y a precios muy accesibles para que los niños de todos
los estratos sociales pudieran disfrutar de semejantes maravillas.
Como
estaban empezando, no me podía ofrecer las tareas de asesora de comunicaciones
para la difusión del proyecto, pero sí de vendedora, para que conquistara a los
directores de la zona sur de Santiago con las fabulosas diversiones para niños.
Además, y lo más importante, me prometió ayudar con el trámite de la visa para
dejar de ser turista. Un tema que hablaría con su nuevo jefe y amigo, quien
según ella, no se opondría.
La
cuestión es que en Chile está permitido andar como turista por tres meses, si
no se abandona el país antes de cumplir ese tiempo, la persona está como ilegal y debe
pagar una multa para evitar ser deportado. En mi caso, antes de cumplir ese
tiempo decidí cruzar la frontera a la ciudad de Mendoza en Argentina, y de esta
manera evitar problemas, lo que en ese momento me había dado otros tres meses de
respiro para ubicarme y logar mi visa de
residente. Una situación estresante.
Lo confieso,
no tengo alma de vendedora, pero por algún lado había que empezar y necesitaba
dejar de ser turista. Así que acepté su propuesta. Esa semana como habíamos
acordado, esperé a que me enviara los documentos de su organización y los
detalles del proyecto. Jamás llegaron.
Cuando
se hizo viernes, unas fotos y un estado en facebook me sorprendieron: a la
mujer le habían robado todo en su apartamento. El título: “Este es el mierdero que me dejaron los ladrones”, acompañado de
unas fotos que literalmente reflejaban eso, me dejaron sentada. Inmediatamente
escribí a su inbox unas palabras de energía y fuerza para aquellos momentos
difíciles. Nunca obtuve una respuesta.
Casi
dos meses más tarde, a través de la misma red social, publiqué las fotos de un
viaje a Punta Arenas en el extremo sur del continente. “En el C.U.L.O. del mundo”, como titulé mi experiencia, mostraba
que a pesar de mi dura situación, tenía la oportunidad de conocer este tipo de
lugares, todo gracias a la ayuda de mi novio.
La
mujer que se había esfumado, de la que me quedé esperando unos documentos, a la
que le dije si acepto y cuando quiera empezamos, resucitó con un comentario del
que aun no sé qué pensar: ¡Francy! Con
razón andabas tan perdida, pues en el culo del mundo quién no. Llámame.
Le
respondí: No he estado perdida, ando en
mi lucha. Vi sus publicaciones en el facebook sobre el incidente que sufrió, lo
lamento mucho y continúo enviándole energía para que recupere las cosas que
perdió y su tranquilidad. Comprenderá que no tengo minutos para llamarla, pero
si necesita decirme algo, lo puede hacer a través de este medio. Feliz día.
Y
hasta el sol de hoy, nada de nada.