lunes, 20 de enero de 2014

MARIQUITA ROSADITA, ¿Y AHORA QUÉ?

Antes de continuar con lo de Encontrar trabajo: todo un camello.

Bueno, la vida me ha cambiado bastante. Esta frase suena lógica si pensamos en que me mudé a otro país.

Los deliciosos aromas de mis cremas para manos, del cuerpo, cuanta pendejada que oliera a rico y que me acompañaban cada mañana, ahora son reemplazados por las fragancias de la lavanda, el límpido, Mr músculo (que si saca la grasa), el olor del pasto recién cortado, la tierra seca. ……Para mí son los olores que han determinado otro estilo de vida, uno en el que Francy se multiplicó por varias: ama de casa, jardinera, amante (esto de ser amante lo digo muy en serio, porque lo de convivir con alguien no es tan fácil, así que es mejor ser creativa para no correr el riesgo de que me manden a la porra), chica fashion, costurera, supervisora de obra, periodista en busca de trabajo, todo al mismo tiempo. Una Francy que divide su tiempo entre diversos quehaceres (más adelante ampliaré esta información. 

En Colombia era asesora de comunicaciones en una entidad del Gobierno. Mis últimos cuatro años y medio los pasé viajando en variadas modalidades de transporte , desde el avión,  la lancha, el bus destartalado, la camioneta todo terreno que entraba por los caminos más estropeados por las lluvias, hasta el famoso moto taxi. Siempre hablando con campesinos, líderes comunitarios, amas de casa, niños, estudiantes….

Todos estos recorridos alrededor del país, los realizaba con un camarógrafo con quien captábamos las imágenes y las historias que hablaban de una Colombia diversa, singular, pobre y luchadora que parecía estar superando la pobreza extrema y la violencia. 

Aunque el sueldo no era el mejor, ni era famosa, ni hacia el periodismo de calidad con el que espero ser reconocida algún día o por lo menos respetada por el gremio, pues cumplía una gran porción de las cosas que soñé de pequeña: viajar, investigar, entrevistar, escribir guiones para televisión, acompañar en edición y últimamente hasta presentar en vivo las notas que realizaba: ¡del putas, estaba  en mi salsa!

Muchos dirán: tan huevona mi amor! Entonces si tenía todo eso, ¿para qué putas se fue? Soy una fiel creyente de que siempre es bueno salir del lugar seguro y correr el riesgo para que la vida lo sorprenda a uno con cosas más grandes, y eso es lo que estoy haciendo. Así que todo lo que escribo no es un lamento, ni arrepentimiento, mucho menos es mi derrota. Por el contrario, es la expresión de una nueva forma de vida que me ha costado trabajo asimilar y que voy narrando en la marcha, porque la lucha continua.

Yo y mis clones

Decidí que la vida no podía pasar mientras me quedaba a un lado viendo como ni las bolsas de empleo, ni la distribución de mis hojas de vida, surtían efecto.

Al principio, mientras caminé Santiago con el clon de periodista en busca de empleo, empecé la labor de ama de casa, una verdadera y consagrada mujer del hogar. Quien lo creyera: limpiando y cocinando, pensando en qué preparar para el almuerzo, la cena, una receta nueva para sorprender a mi novio a su llegada del trabajo.

Mis amigas siempre creyeron que la cocina y en general el hogar, no eran mis mejores aliados, también estaba convencida de lo mismo. Pero pronto descubrí una Francy que hacía magia con los ingredientes, que preparaba más que agua y congelados, una mujer supremamente organizada y extremista con la limpieza.

Parece ser que las enseñanzas de la niñez no se olvidan. Nací en el campo; tengo muy vivo el recuerdo de mis ocho años: frente al fogón de leña muy temprano en la mañana, encendiendo la leña para preparar el desayuno de mi papá, mamá y dos hermanas. Huevos, fritos, tajadas de plátanos maduros, chocolate con leche ó caldo con papas y  huevos. Luego el almuerzo: arroz, fríjoles, carne, ensalada, espaguetis, y los días especiales, sancocho de gallina ó pescado,  jugo de frutas y para la cena un calentado con todo lo que quedaba.

La vida del campo fue fuerte y desde muy pequeñas mi papá nos repetía la ley de la casa: “la que no trabaje: ni come ni estudia”. Así que trabajé con ganas.

Sin embargo, no asistí a todas las lecciones que me preparaban para la vida como las del lavado de ropa. El resultado, las medias y ropa interior de mi novio descoloridas, luego las camisas. Yo sentía morir al ver su cara cada que tomaba una de las prendas entre sus manos y con su acento francés decía: " jum, han perdido un poco el color, debe ser este sol de Chile".

 Yo, la super chica, cambiaba de colores: ¿cómo putas me puede pasar eso si lavaba mi ropa en Colombia? (claro en la lavadora y con agua fría) ¿De qué estarán hechas las prendas de estos franceses? ¿Qué detergente compro? Estos eran los interrogantes de una mujer que se estaba tomando el papel de ama de casa tan en serio como cuando la periodista atendía las sugerencias de un jefe medio molesto después de revisar las notas de televisión y les hacía críticas o sugerencias.

Un día, mis sexy panties rojos con estampados de animal print, se enredaron entre sus pantalones café claro, el resultado: unas bellas pintas rojas que adornaban la prenda que además acababa de estrenar. ¡Deo Meo Jesu! (expresión que escuché en el chocó y repito constantemente), ¿qué hago? Ahí se despertó la ama de casa que navega en internet en los blogs y lugares de consulta para el hogar en busca de una solución: ¿cómo quitar tinta roja de una tela clara? Mujeres de varios países me dieron cuanta formula habían ensayado: limón, agua caliente, bicarbonato y el colorido rojo nada que se iba. Finalmente, fue el shampoo para la caspa y un poco de leche que le dieron fin al problema. Y él, no se dio ni por enterado.

Ya me sentía una experta en los quehaceres del hogar. Luego de ese tiempo de aprendizaje, decidí que podía ser costurera (diseñadora de interiores, para darle más caché) por lo que le propuse a mi novio comprar las telas para confeccionar las cortinas, cojines y tapetes de la casa:  ¿Pero cómo, si ni siquiera tienes una máquina de coser? Fue su reacción. En ese instante afloró la Francy artesana, la que se pagó la universidad entera fabricando collares, aretes, cinturones y cuanta cosa ayudaba a que las mujeres de la época se vieran más lindas. Es decir, si hice todo eso a mano, ¿cómo no iba a ser capaz de medir, cortar y coser los accesorios de la casa?

Un poco incrédulo, accedió a la compra de los materiales y dos meses después la casa se vistió de amarillo, azul, morado, fucsia y animal print. Al tiempo, en el patio trasero se fue desarrollando la Francy jardinera: plantar árboles, arrancar la maleza que ya parecía una selva, nivelar el suelo con el azadón, trazar el camino del centro, entre otros menesteres.

A los seis meses, cuando parecía que ya no había mucho por hacer, mi novio recibió una parte de su herencia por anticipado, dinero con el que compró una parcela de 5000 metros cuadrados, media hectárea en la que surgieron varios clones.  

Con esa adquisición, aprendí que debido a las fuertes sequías que se presentan en la zona centro de Chile, el gobierno instaló unos canales de riego que consisten en unas zanjas que se construyen en las parcelas de los campesinos y que se llenan de agua para regar los cultivos en la primavera, verano y una parte del otoño. Pues por ahí empecé, por limpiar con azadón y pala la maleza del canal para facilitar la llegada del agua muy esquiva porque al parecer el río no tiene suficiente para todos los predios. Pero no importa, siempre veo con satisfacción el lugar limpio y libre de maleza que me costó varias ampollas en las manos.

Cuando terminé ese “trabajito”, surgió la construcción de la casa y con ella, una supervisora de obra. Buscar los maestros de obra, comprar los materiales de construcción: desde una puntilla pasando por el cemento, arena, gravilla, estabilizado, madera, vulcanita, internit, ventanas, cables para la conexión eléctrica, y una serie de materiales que no tenía ni idea que existían.

Me convertí en una inspectora de todas las fases de la construcción, por supuesto, a la chilena:  Las medidas, la excavación, el radier (las bases en cemento), la tabiquería (las paredes), la sercha (la base del techo), el techo, forrar la casa por dentro con vulcanita, colocar la cerámica de los baños y la cocina, los pisos flotantes de las habitaciones, forrarla por fuera en Vinyl Syding (revestimiento en plástico que se utiliza para cubrir las casas de madera y que protege del sol y la humedad).

Unos maestros de obra que se volvieron adictos a las arepas colombianas y que me llaman Señora Francy, que en las mañanas escuchan pop, regaton y bachata, al medio día folclore chileno y rematan en la tarde con corridos mexicanos y el programa de un "hermano curandero" que les promete engordar los animales que se les enflaquecen y exterminar las plagas que se comen sus cultivos. Hombres que me están prometiendo la instalación de fosa séptica desde hace un mes y nada que la terminan, que me escriben por WhatsApp para recordarme la compra de algún material de construcción y que sueñan con terminar la casa lo más pronto posible para que les cumpla con el asado chileno que les prometí y en el que la carne de res los dejará sin alientos de levantarse.

Mientras ellos terminan de construir, organizo el entorno de la casa. Me he vuelto una experta en el uso de la orilladora o desmalezadora (máquina para limpiar terrenos), el azadón, la pala y la carretilla para remover la tierra y escombros que dejan por ahí (oficios que me han dejado unos bellos músculos en los brazos). Me encargo del riego de las plantas y frutales que plantamos con mi novio y del cuidado de los cactus que cosechamos en las montañas y cerca del mar.

Y por último, los clones que siempre han estado ahí, los de la Francy fashion y amante. Ellos dos van de la mano, no se separan ni por instante. Representan a una mujer que dice: PRIMERO MUERTA QUE SENCILLA. Una Francy que sigue combinando perfectamente el color de la blusa con los aretes sin importar si estos son para ir a trabajar en el campo. La amante que a pesar de las depresiones quiere seguir sorprendiendo con sus juegos de seducción a su novio y que sopla esos carbones con mucha fuerza para que no se apaguen.


Esa es la Francy que con múltiples clones resiste y lucha, a la que no se le olvida que para estar linda a los 31,  hay que salir a trotar y cuidarse en las comidas. Esos dos clones se han confabulado para recordarme que una mujer es bella cuando logra un equilibrio entre su inteligencia y aspecto físico. 

sábado, 11 de enero de 2014

¡Esperando sentada para no cansarme!

Después de cinco horas sin parar siquiera parar para tomar agua, terminé de limpiar la casa de una vecina peruana. Olorosa a cloro y detergente, me dije a mi misma: -Si buenas Francy, usted a sus 30 años, con una profesión y seis años de experiencia laboral, ¿tuvo que limpiar una casa para ganarse unos pesos?, ¿Usted que decía que si se iba a otro país no trabajaría en cualquier cosa porque lucharía a toda costa por ubicarse laboralmente en su profesión?

Esa es la realidad desde la que escribo ahora, la de una migrante. Una periodista colombiana loca a la que el destino le señaló Chile como su próximo lugar para vivir. Una mujer que desconocía lo que implica mudarse con tres maletas hacia la dimensión desconocida.

Chile era un país del que me hablaban maravillas cuando estaba en Colombia: su gran crecimiento económico y posibilidades de empleo. Cada que contaba que me iría a explorar del otro lado de las cumbres de los Andes, escuchaba cosas como: usted no se va a varar allá. Eso va a conseguir rápido. Uy Chile, allá está el futuro de Sur América, allá si hay plata.

Y para reforzar el gran futuro que me esperaba, una prima que vive en Santiago desde hace dos años también me dijo: “ay prima, eso tráigase plata para lo de dos meses que aquí se cuadra rápido. Usted se puede ganar los dos millones de pesos chilenos facilito” (ocho millones de pesos colombianos aproximadamente).

Y así numerosos comentarios que auguraban buenos tiempos, y sobre todo, la mejor elección que había hecho en mi vida. Mejor dicho, la cosa pintaba muy bien, sin embargo, diez meses después, ¡aquí estoy esperando sentada para no cansarme!

ENCONTRAR TRABAJO: TODO UN CAMELLO

Lo de encontrar trabajo en Chile ha sido cosa dura y son vivencias que merecen varios párrafos.

En un primer momento, buscaba trabajo con la visa de turista, con lo que justificaba el por qué no me llamaban de ningún lado. Para mis adentros pensaba: Quizá, las empresas no quieren meterse en tanto lío al contratar un extranjero, no conocen las leyes o no las tienen claras, en fin, no se quieren meter en “camisa de once varas”, como decía mi papá.

Después de que en septiembre del 2013 obtuve la visa de residente por un año
(otra historian para contar), y un RUT (el dichoso número de cédula que en Chile pareciera un código de barras que uno se memoriza rápidamente porque lo piden en todos lados), pensé que las cosas serían más fáciles.

En esta transición de turista a residente temporal, han surgido una serie de historias inconclusas con personajes de los cuales aun espero respuestas, o más bien,  trato de explicar sus actuaciones.

Las palabras esperanzadoras que luego saben a nada

Mi currículum Vitae está en más de 10 bolsas de empleo chilenas. Adicional a esto, los tres  primeros meses recorrí literalmente de arriba abajo, de sur a norte y de oriente a occidente las calles de Santiago, dejé  mis antecedentes laborales y reel de presentación en diversos medios de comunicación y empresas. Mejor dicho, me patonié la ciudad. Regresaba a la casa mamada, muerta, pero contenta de buscar, de distribuir mi historial laboral, ¡alguien iba a verlo y me llamaría!

Luego, un colega colombiano me facilitó una base de datos con un amplio listado de editores de medios, algunos periodistas y agencias de comunicaciones. A cada uno le escribí un email un poco al estilo de redacción que utilizan aquí: “Estimado fulanito de tal, junto con saludarlo, le cuento que soy Francy Uribe, periodista colombiana con seis años de experiencia laboral…bla….bla….bla….bla……” bueno, 92 corrreos enviados de los cuales recibí 10 respuestas, algunas de ellas producto de un sistema automático: “Gracias por tu correo, te informo que ya no trabajo para este medio”. Y el resto en los que contestaban: “Gracias por tenernos en cuenta pero en este momento no tenemos vacantes, éxitos en tu búsqueda” y tres de estos con una perla adicional: ¿“Cómo obtuviste mi contacto?. Los 82 restantes, se quedaron mudos. 

Un único correo esperanzador que recibí: “Hola Francy, ví tu trabajo y me interesó mucho, muy bueno ………..” Era editor de uno de los canales más grandes de Chile, rápidamente busqué en internet y el hombre trabajaba haciendo noticias, así que dije: este es! Lo logré!
El corazón se me aceleró y el entusiasmo me inundó, le respondí rápidamente y él correspondió al instante: “no te garantizo nada, pero le pasaré tus antecedentes a las personas que están encargadas de escoger el personal. Yo no decido, pero tengo influencia sobre esas decisiones. Si necesitas otro tipo de ayuda para cosas más domésticas, no dudes en consultarme”.

El único correo de 92, el súper email lleno de respuestas que iban y venían, sentía que mi búsqueda estaba surtiendo efecto. Al igual que muchas cosas en Chile, aun estoy esperando una luz o algo del dichoso editor, por supuesto ¡sentada para no cansarme!.